viernes, 12 de marzo de 2021

ARTE, CIENCIA Y CULTURA

En la FM Candela editábamos semanalmente el programa radial “Arte, ciencia y cultura” el profesor Diógenes Troncone, los médicos René Silva Idrogo, Celestino Zamora Montes de Oca y el periodista Américo Fernández. Al cabo de dos años murió el primero, después el segundo y..…un día me llama Zamora para decirme que al llegar a su casa saliendo del programa lo asaltaron. Entonces le respondí: ”Caramba, vale, estoy guindando, vamos a tener que cerrar el Programa” , como en efecto ocurrió. Finalmente murió Zamorita y yo quedé para echar el cuento. (AF)
DTXrQugM6j8/YEsz2zaYq0I/AAAAAAAAUDU/7v9rQD0niQQFoR8jaGy783PAqt2jC9kNwCLcBGAsYHQ/s320/Zamora%2BMontes%2Bde%2BOca%2B001.jpg"/>

EL ENFADO DEL POETA

El único disgusto que tuvo el poeta John Sampson conmigo ocurrió una tarde en el balcón del Gran Hotel Bolívar cuando me invitó a una entrevista sobre el nobel Gabriel García Márquez para una revista que le había encargado el Director de Cultura de la Gobernación, Víctor Medina. Tenía que ver con la visita sorpresiva de Gabo a Ciudad Bolívar siendo yo la única persona que lo recibió y lo atendió para mostrarle los sitios emblemáticos de la ciudad, especialmente el punto donde supuestamente fue fusilado Piar y que él por simple referencia histórica había narrado en su novela “El General y su laberinto”. Pues bien en esas tertulias periodísticas nunca faltan los scoch por lo que ya para terminar le dije maliciosamente al Príncipe de Caripito y Marques de la Piedra del Medio: ”vamos a tomarnos la del estribo, al fin y al cabo, esos tragos no los pagas tú sino el pana Víctor Medina”. Más vale que no, el poeta tomo su bolso de cuero repujado y se marchó levantándose violetamente de la mesa. (AF).

LOS 80 GATOS QUE NO DEJABAN DORMIR AL VECINDARIO

Un hombre carnicero de Maripa tenía en marzo de 1967, entre sus gustos, el de coleccionar gatos de toda maña y tamaño y no manifestaba preferencia por alguno en especial. A todos los llama ''Pancho'', sea hembra o sea macho, negro, rubio, blanco o mixto, y cuando grita con manos en la boca a "lo Tarzán": "Panchoo! Panchoo!, toda la gatería se reúne en el corral a recibir su ración diaria de pellejo. Hasta entonces contaba ochenta gatos en su patio, sin incluir los que había regalado con "dolor de su alma". La ascendiente de la manada tenía catorce años y estaba embarazada y feliz de su numerosa prole. Orgulloso también de tantos felinos se manifiesta Juan Herrera —así se llamaba el carnicero e intermediario en el comercio de ganado en pie ante las personas que de dentro o de fuera lo visitaban. Pero últimamente se había visto en aprieto porque el vecindario comenzaba a quejarse de que ya no aguantaba más los gruñidos y llantos a la Luna por las noches de los gatos, aunque bien —se había dicho—que a muchos de ellos les gustaba estar más en el monte que en el pueblo. —Eso sí —decía un viajero llamado Pepe Yánez que acababa de realizar una gira de turista por Maripa no había ratas ni ratones y las lagartijas vivían espantadas. Comentaba con buen humor, que trabajo y calentura pasó últimamente una comisión del MAC y la Sanidad que se desplazó al lugar a vacunar a los gatos contra el mal de rabia, pues los animales debido a la vida que llevaban y al medio rural dondeí vivían, se habían vuelto montaraces y, por lo tanto, difíciles de atrapar. El día de la vacunación, Juan Herrera gastó más pellejo que de costumbre y se volvió una furia cuando la dicha comisión le propuso exterminar la cuarta parte de los gatos. (AF)