lunes, 3 de mayo de 2021

ANECDOTAS DEL ORFANATO BOLÍVAR

El Orfanato es la Escuela o Unidad Educativa Bolívar de la Laja de San Isidro que de Orfanato, propiamente dicho, poco o nada tiene. Por fuerza de la costumbre la Escuela ha quedado connotada con el sustantivo que ciertamente la denotaba cuando fue fundada en 1937 por la Congregación de Nuestra Señora de Lourdes. Lo cierto es que esa escuela, crecida como árbol sobre las raíces del antiguo Orfanato que tanto protegió Monseñor Mejía, matricula en la actualidad más de medio millar de estudiantes que pagan 40 bolívares mensual por cursar en ese establecimiento educacional que tiene como fundamento moral el catolicismo y ostenta puesto muy alto dentro de la educación básica de Ciudad Bolívar. Por sus aulas han desfilado miembros de la crema y nata de la profesionalidad capitalina como médicos, abogados, docentes, ingenieros, novicias de votos perpetuos y hasta líderes políticos como Nelly Frederick y, por supuesto, como suele ocurrir en tiempos de la infancia escolar, muchos episodios divertidos, algunos públicos y otros reservados por la severidad conventual, pero que siempre se filtran, como la del sádico que desnudo en pelota incursionó en el establecimiento conventual para embestirle a las estudiantes internas. Afortunadamente el nudista no logró su propósito lascivo porque la Hermana Mercedes sintió sus pasos y lo descubrió camuflado tras unas palmeras al tiempo que gritaba: “Hermana, traiga el machote”. Quería decir “el machete” que guarda en el depósito el jardinero para cortar la maleza. Claro, a cualquiera se le enreda la lengua en momentos de aprieto como el de esa noche conventual perturbada por la incursión furtiva del sádico que bien vestido había dejado la ropa en el guardapolvo de la ventana violentada. Pero el Machote nunca apareció (cualquier burlón diría “y tan cerca”). La que sí apareció tan solícita como urgente, fue la patrulla de la Policía llamada con mucho temple por la Hermana Ana. La policía le dio rolo hasta más no poder y así como Dios lo trajo al mundo lo metió en chirona, sin ninguna piedad. Al siguiente día el tema del pervertido fue la comidilla en los oratorios y en el cotidiano discurrir de la escuela. No hablar más del asunto aconsejaron las docentes novicias a la vez que prometían penitencia de rodillas sobre el pavimento áspero y poroso del patio de la congregación. Penitencias como la pagada por Zaida Almeida, quien entró al aula de clases montando el burro de un labriego que había dejado amarrado en una mata de pilón de las inmediaciones: “Pero, niña, que haces con ese borrico?” “Nada malo, Maestra, el pobre que también quiere aprender”. La mata de pilón era de buen porte, de amplia fronda y tallo tan grueso y robusto que detrás de él podían resguardarse las alumnas cuando eran requeridas severamente por haber cometido alguna falta. Sólo que cuando la cola de alumnas tratando de esconderse era muy larga, quedaban visiblemente al descubierto. Las alumnas que jamás quedaron en evidencia fueron las que colocaron “saltapericos” en la silla de la cátedra de la profesora. La hermana no sabía de qué reían las niñas con tanta hilaridad, sólo cuando las asentaderas y el hábito blanco con cinta azul se posaron y los saltapericos estallaron con su característico olor a azufre que espantaba hasta el mismo lucifer. La Hermana salió en estampida y otra novicia ingresó al aula a aplacar los ánimos hilarantes con una severa admonición colectiva. Ahora no se trataba de una tremendura infantil sino de algo que que la hacía rabiar. Jamás la Hermana había perdido la serenidad corriendo horrorizada, Sólo cuando camino hacia la Iglesia de las Siervas, los sapitos desbordados de la laguna del Porvenir la asaltaron y le salpicaron el hábito con su roa-roa matinal. (AF)

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