miércoles, 25 de noviembre de 2020

Antonio Lauro Y EL SALTO ÁNGEL

Después del 24 de julio de 1983, fecha bolivariana bicentenaria, en la que el gobernador Alcides Sánchez Negrón le impuso la “Orden Congreso de Angostura”, Antonio Lauro volvió a la ciudad a reunirse privadamente con sus amigos y ya libre del protocolo oficial ofreció una serenata a la madre del poeta Luis Garcías Morales y al día siguiente, su amigo Salomón Martínez, alquiló una avioneta y lo llevo a Canaíma, parque del que mucho había oído hablar, pero que desconocía no obstante su abolengo bolivarense, nacido nada menos que en la casa diagonal a la Plaza Bolívar. Al regreso exclamo ante el periodista: “Ahora me puedo morir porque he visto la octava maravilla del mundo”. El Salto Ángel y la inconmensurable Gran Sabana tapizada de Tepuyes, lo dejó hondamente impresionado y colmado de regocijo espiritual. No estaba tan distante de la verdad, en julio de 2009, el Salto Ángel, la caída de agua más alta del mundo, fue incluido por la Unesco entre los 28 monumentos naturales que podrían estar en la lista de las 7 Nuevas Maravillas Naturales del Mundo (AF)

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